Montó en 2005 junto a su esposo Sebastián Guerrero un restaurante de pescado tras una vida dedicada al mar como pescadora y patrona de barco. Villalobos se hizo con las riendas de la cocina de Chinchín Puerto para seguir venerando el pescado, que traduce en recetas sencillas que buscan ensalzar la grandeza de un excelente producto comprado a diario en las lonjas de Caleta y de Mortril. Para ello utiliza con apenas sal técnicas como frituras, plancha o cocciones, en un alarde de sencillez que comporta un perfecto dominio del producto.  

Algunas de las delicatesen que oferta y por las Chinchín Puerto que se ha ganado la fama de templo del producto son las quisquillas con ajoblanco, las gambas de cristal o las croquetas de choco, platos de sentido y honestidad donde todo lo que está tiene una razón de ser. Aunque si hay algo distingue al restaurante es que la carta cambia todos los días, por lo que para comer buen pescado hay que guiarse por lo que muestra la vitrina o lo que recomiende el personal del restaurante.